Como cada primavera, acuden puntuales a su cita las bellísimas Peonías,
la reina de nuestros robledales. Pertenecen a la familia de las Paeoniciae,
cuyo nombre procede del legendario Paeón, médico de los Dioses, muerto por la
mano de la madre del dios Apolo y transformado en esta hermosísima flor para
sobrevivir a su muerte física.
La familia de la Peonías se
extiende por diversas regiones de Europa, Extremo Oriente, donde es
especialmente apreciada, y América del Norte. En nuestra Sierra, podemos
encontrarla especialmente en los melojares acompañadas de multitud de especies
herbáceas, como gamones (Asphodelus
albus), toronjiles (Melittis
melissophyllum), aristoloquias (Aristolochia
paucinervis) y geos (Geum sylvaticum). En los claros del robledal,
florecen además junto la reina de los prados (Filipendula vulgaris) y las orquídeas (Orchis morio).
Por su belleza misteriosa,
la Peonía es una flor especialmente vinculada a la leyenda y a la magia,
existiendo multitud de historias sobre ella, sobre todo procedentes de China,
donde es tenida como un símbolo nacional. Además era considerada una flor imperial, cultivada en los parques de los palacios del
emperador para disfrute de la corte.

La Peonía, representada
principalmente por sus raíces, estuvo siempre presente en las antiguas
farmacopeas. En la segunda edición de 1762 de la farmacopea matritense , la
Peonía entra en multitud de preparaciones: julepe
cefálico, contra la epilepsia, los dolores de cabeza, los vértigos y las
parálisis; jarabe de Peonía, contra la
apoplejía, en el polvo de Guteta,
mezclada con cráneo humano, uña de alce, jacintos preparados y oro batido,
eficaz remedio contra enfermedades nerviosas y del alma…
Señalaba Cienfuegos, que “esta planta cura las pasiones, desbarata los
nublados, frena las tempestades, ahuyenta y disuelve el granizo y la piedra,
quita los gusanos, gorgojos y tizoncillo de las mieses, y aún más, ya que
ahuyenta los espíritus malignos y duendes”.
Para aquellos que quieran
disfrutar de su encanto, existe un reducto en Cercedilla, en donde crecen con
abundancia: La Dehesa de la Golondrina.
Podremos tomar el camino que asciende hacia el collado entre la Peña de la Golondrina y El Colladillo
que transcurre entre robles melojos en plena regeneración pues este lugar
estuvo muy castigado por el diente del ganado y el carboneo.
Es un magnífico observatorio desde el que podremos
contemplar Cercedilla, Navacerrada y Collado Mediano, pues en sus inmediaciones
confluyen los términos municipales de los tres enclaves serranos.
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